“-¡Oh!
–exclamó Marianne- ¡con que transportada sensación las veía caer! ¡Cómo me
deleitaba al caminar sobre ellas, al verlas girar empujadas por el viento!
Ahora no hay nadie para contemplarlas. Son vistas como una molestia, barridas
rápidamente, y sacadas lo más lejos posible.
-No
hay muchos –dijo Elinor- que tengan tu pasión por las hojas muertas.”
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